domingo, 20 de marzo de 2011

Unos versos de Lorca

By E.J.B.

Puede el hombre, si quiere, conducir su deseo
por vena de coral o celeste desnudo.
Mañana los amores serán rocas y el tiempo
una brisa que viene dormida por las ramas.

Federico García Lorca (1898-1936)





sábado, 19 de marzo de 2011

Una treintena de dieciséisañeros en treinta y cinco metros cuadrados

By E.J.B.
Es invierno. Al otro lado de las ventanas de la clase, una calle transitada y un gimnasio acristalado que deja ver un numeroso grupo de alumnos en plena sesión de spinning. Estoy embutida, junto a treinta y tres dieciséisañeros  (que media hora antes estaban en la clase de educación física) en treinta y cinco metros cuadrados de aula. El aire es irrespirable. Abro la ventana. Un delicioso aire fresco se mece en mi cara y acaricia mi ojerosa mirada. El rebaño no se ha percatado aún de mi presencia. Suele pasar en este grupo. Soy invisible. Estan sentados sobre las mesas o de pie, formando irregulares círculos, y hablan, cantan o gritan todos a la vez, en un tono excesivamente elevado para permitir que mi voz -poco potente- se abra paso entre los efluvios de voces, sudor y mal aliento. Pero el sutil oleaje de frío acaba por alcanzar a alguien, que exclama:
-¡Hace frío! ¡Cerrad la ventana!
Buscando el origen de la corriente de aire, me encuentran. Mi expresión delata que estoy sumamente ofendida. Mis ojos echan chispas. Poco a poco, las figuras se colocan en sus pupitres; los grupos y el palabreo se disipan.
Cierro la ventana y consigo esbozar algo parecido a una sonrisa.
-Como debéis recordar, el lunes hablamos de...

viernes, 18 de marzo de 2011

Poema fonético

Errare humanum est

Un profesor entra en la sala de los desesperados. Deja la cartera de veinte quilos en el suelo, se sienta ante la enorme mesa repleta de periódicos, libros, carpetas, tazas, bolsos, estuches, agendas y portátiles, se pone las manos en las sienes, cabizbajo, y susurra:
-He dicho que Shakespeare es un autor del XIX.
Alguien responde:
-¿Dónde está el drama, Manuel?
Y Manuel responde:
-Que escribía dramas, pero en el siglo XVII.
-¡Ah! Ahora me entero. Yo soy de física.
Y se anima el diálogo:
-¿Ese no es el de Hamlet?
- Sí, ese.
-¿Nadie ha dicho nada?
-No.
-Pues mañana vas y les preguntas: Ayer os di una información errónea: ¿Quién sabe cuál? Y listos.
-No hace falta. Seguro que nadie te escuchaba. Olvídalo y tómate una infusión.
-¿Alguien viene a fumar un cigarrillo?
-¿Cuándo vas a dejarlo? Hueles fatal, cuando entras.
-¿Te seduce más el aroma de las aulas?
-¡No habléis de olores, por favor, que me mareo!
-Por cierto, quien lleve pescado en el tupper de hoy, que se lo coma en el patio.
Manuel sonríe, saca un libro de su cartera y se pone a leer. Es su primera sustitución y su primera sesión de terapia.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Cómo motivar a los alumnos

El mejor método para conseguir que los alumnos rindan es el aplauso. Deben sentir que crees en ellos, que confías en sus capacidades para conseguir su propia cima. Cada alumno es un mundo. Todos tienen alguna habilidad: encuéntrala y felicítales en público. Al tímido, al discreto, atiéndele, preocúpate de su estado, de si se encuentra a gusto en tu clase, también con discreción. A estos se les suele dejar de lado porque los más lanzados les eclipsan. A los participativos, invítales a dar su opinión. Sé socrático: pregunta, pregunta, pregunta. Oblígales a reflexionar. Escúchales. Ofréceles una estrofa encantadora de algún gran poeta y deja que surja la fascinación, sin miedo. Haz el ridículo si hace falta, exagera, pero hazlo con clase. No hace mucho leí un poema con tanta intensidad que algunos se estremecieron. Otros se reían al principio, pero terminaron por postrarse ante la belleza de aquellos versos. Los profesores de literatura lo tenemos fácil: a todo el mundo le conmueve un poema de amor o desamor, porque todos nos hemos enamorado alguna vez. Y los adolescentes más. Aunque teman exteriorizar este sentimiento en clase. Hazlo por ellos y seran tuyos. Sólo son cinco minutos. Luego, cuéntales la parte de conceptos como si les explicases la historia más interesante. Domina el tema y les dominarás a ellos. Aprende sus nombres y se sentiran recordados. No te dejes llevar por la cólera en los momentos difíciles. Mejor que te vean triste. Cuando se aburran, cuenta un chiste. Cuando se exciten, calla y muéstrate taciturno. O dedicad cinco minutos a unos ejercicios yoga. Funciona.

domingo, 13 de marzo de 2011

El estado de la situación

Soy profesora de secundaria obligatoria y bachillerato en un instituto público. Tras cuatro años al frente, constato que la falta de disciplina que sufren los jóvenes en sus casas se transpira en las aulas. Hay en los centros de enseñanza enjambres de adolescentes capaces de impedir, con sus comentarios a gritos, sus protestas, sus amenazas y su absoluta falta de atención, que el docente consiga ejercer como tal. El "callaros, por favor" es la frase imperativa más repetida en el aula, un lugar para dormir, charlar, bostezar o perderse en la contemplación del paisaje exterior. Los alumnos interesados (que los hay) tienen que esforzarse para atender y trabajar en un ambiente hostil. Sólo hay una salida: expulsar a los ingratos. Si tienes la suerte de que te obedezcan, se irán lentamente, con gestos de desprecio y con una sonrisa macabra en su rostro que, quieras o no, se te clava en el alma. Para estos eres un don nadie. Para los que se quedan, un guía que hace lo que puede en una zona donde es muy fácil perderse; alguien digno, pero de compasión.

Silencio


By E.J.B.

Silencio,
placer ansiado cuando los alumnos
gritan sin escuchar mi voz cansada.
Silencio,
jardín secreto de las soledades
leyendo sin que nadie me interrumpa.
Silencio,
ese sonido sublime, sediento
susurro de sonidos muy lejanos,
tesoro encontrado en una mirada,
en un beso furtivo, enamorado.
Silencio,
en tu cautividad me quiero toda
desnuda en el vacío contemplarte. 

E.J.B.