jueves, 29 de diciembre de 2011

Sine nobilitate

Existe una teoría anónima sobre el origen de la palabra esnob. En la época medieval, cuando sólo las clases elevadas tenían el privilegio de instruirse en las dos universidades más emblemáticas del viejo continente (Oxford y Cambridge), había unos pocos afortunados sin título nobiliario entre jóvenes miembros de la realeza y la aristocracia. Se cuenta que, en los documentos internos de la institución, al lado del nombre de los estudiantes de rango inferior se anotaba la abreviatura s. nob., que significaba sine nobilitate (sin nobleza). En la actualidad, y según el diccionario, esnob es aquella persona que quiere aparentar distinción, clase, inteligencia y buen gusto, o sea, persona afectada, falsa, que disfraza con las actitudes y la manera de vestir de la clase alta su auténtico yo.
Intento inculcar a mis alumnos que el progreso se adquiere a través de la cultura del esfuerzo, que instruirse sólo es divertido cuando se adquiere consciencia de lo aprendido, y que aunque no lleguen a utilizar algunos saberes, poseerlos les permitirá reconocerlos y agradecerlos en los demás. No me canso de repetirles que “conocimiento es poder” (F. Bacon), que los profesores estamos con ellos (no contra ellos) para darles la oportunidad de enriquecer sus mentes y su futuro. Los que aprovechan este privilegio (que los hay) se ven interceptados por los que se niegan a aceptarlo. Algunos padres no tienen tiempo, humor ni ocasión para inculcar seriamente a sus hijos valores como el respeto, la austeridad, la higiene personal, los buenos modales, el estudio y la constancia. La incomunicación entre progenitores y vástagos se nota en las aulas. Llegados a este punto, desearía que esnob no fuera un término abyecto, ya que la naturalidad y el libre albedrío en las relaciones sociales dejan de ser agradables cuando se confunden con la falta de respeto, la dejadez en el vestir y la incorrección del lenguaje verbal y no verbal, parámetros que degradan -pienso yo- la semántica de la palabra civilización. Una pequeña dosis de afectación y falsedad en este aspecto no vendría nada mal. A fin de cuentas, a menudo acabamos siendo lo que aparentamos ser, y ser educado ennoblece.
E.J.B.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Imperativos

Huye de ti, del tú, de tus ciudades.
Te llamarás Desconocido y Solo.
Perdido a lo mejor entre las nubes
encontrarás tus sueños clandestinos.
Tendrás para tus versos mil excusas
y en tus papeles verbos tan extraños
que sólo un dios podrá despedazarlos. 
Estampa tu silencio en la llovizna,
recoge tus fonemas del vacío.
Machaca tus plegarias sin sentido
y deja que se claven en el frío,
en las heladas sombras del infierno.
Sabrás entonces ser sin ser juzgado,
señor de la verdad en tus altares.
E.J.B. 

martes, 27 de diciembre de 2011

Mens sana

by E.J.B
Vives en el planeta de los libros. Libre, libras contra la ignorancia batallas sin librea, pero eres esclavo rendido de miles de historias que acaban siendo tuyas. Eres absolutamente feliz en un espacio rodeado de volúmenes que esperan, acogedores, tus manos posándose en sus lomos. Son los deseados, los compañeros del silencio y de la música, el preludio de tus sueños, los salvadores de tu espíritu, la luz de tu jardín secreto, las llaves del olvido y los destructores implacables de la intemperie. Buscas en ellos y siempre encuentras. Les abandonas y se quedan allí, contigo, con sus cuerpos inmóviles y sus palabras en el regazo letárgico de las estanterías. Olor a papel y madera que envuelve tus pasos hacia ellos. Terminas uno y te quedas huérfano, desamparado. Acoges otro entre tus manos y  vuelves a sentirte como en casa.
E.J.B.  

lunes, 26 de diciembre de 2011

La soledad según Petrarca

Francesco Petrarca (1304-1374), considerado el primer humanista de la historia moderna, nos legó un delicioso tratado: De vita solitaria, donde recurre al género epistolar para argumentar primero las bondades de la soledad como refugio ideal de sabiduría y virtud, y  para ejemplificarla después tomando modelos de hombres (religiosos, paganos y míticos) que eligieron esta forma de vida.
La tesis final de la obra es la de proponer la soledad como la única base a partir de la cual se posibilita el verdadero diálogo con el yo, y por tanto, el encuentro de la plenitud intelectual y espiritual.
Es un libro totalmente contemporáneo en el aspecto de que permite reinterpretar el positivismo de un estado (la soledad) no deseado e incluso condenado por la sociedad actual. El que aprende a disfrutar de la propia compañía no puede sentirse sino privilegiado. Y es que el ser humano, a través de los siglos, no ha perdido su esencia. Es posible vivir con austeridad, con sencillez, aunque no seamos ermitaños ni ascetas. La riqueza sólo se saborea cuando nos damos cuenta de que no la podemos tener más cerca, de que la llevamos a cuestas, y que sólo depende de nuestro ego ser capaces de encontrarla.
"La soledad sin los libros es un exilio, una cárcel, una tortura: pon en ella la cultura y resultará la patria, la libertad, una fuente de placer."

En busca del tiempo perdido

E.J.B.
Quiero los libros que no he leído, las músicas que no he escuchado, las personas que no he conocido, la libertad que no he saboreado, los paisajes que no he visto, los manjares que no he probado, los sueños que no he tenido. La búsqueda de la sabiduría es un viaje interminable. Asentada por fin en la madurez, me he dado cuenta del tiempo que perdí durante mis años de juventud, ocupada en mi ego y encerrada en la comodidad del conformismo. No sabía entonces que aprender era la llave que abre la puerta del mundo interior, que el conocimiento era la base de la riqueza y que el esfuerzo tenía recompensa.  Crecer es saber que la tristeza, la soledad y la ignorancia se pueden combatir desde la constancia, la serenidad y la esperanza, y que éstas se adquieren viviendo y actuando en coherencia con nuestra idea de virtud. Nos habremos equivocado, esto es inevitable, y volveremos a cometer errores -seguro-, pero con ellos a cuestas vamos fortaleciendo nuestra capacidad para aceptarlos como simples y útiles lecciones de humildad. Todo se consigue si se persigue, pero sin que la prisa prevalezca sobre la paciencia. Nuestro objetivo no tiene que ser encontrar el jardín más bello, sino cultivar nuestra persona para crear uno -aunque sea pequeño-, florecer en él y experimentar el placer y el honor de compartirlo con los demás.
E.J.Bernhart

sábado, 24 de diciembre de 2011

Leonardo da Vinci en Londres

Collage by E.J.B.


Acabo de leer Gioconda, de Lucille Turner. Es una primera novela de una autora inglesa acostumbrada a jugar con los versos, y se nota lo justo, aunque esperaba un tono más denso. Se trata de una biografía veraz del genio, bien documentada y narrada en presente de indicativo, donde descubrimos su relación con la joven Lisa, su enigmática musa, y el porqué de su gusto por escribir al revés.
A mi también me complace practicar la caligrafía de derecha a izquierda.
Casualidades de la vida, ahora en la National Gallery de Londres se expone una amplia muestra de la obra de Leonardo da Vinci. Si fuera una de las afortunadas personas que tendrán el privilegio de visitarla, seguro que sería víctima del síndrome de Stendhal.
Entradas agotadas.

viernes, 23 de diciembre de 2011

La insoportable levedad del ser

M. Kundera
En los dos primeros capítulos que sirven de prefacio a la narración de la historia de una pareja, Milan Kundera se sirve de la idea del eterno retorno de Nietzsche para tejer una reflexión sobre la carga que suponen todas nuestras acciones.
"Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Este es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada".
Esta afirmación del filósofo alemán no ha estado comprendida por sus predecesores. A lo mejor no deberíamos tomar esta teoría de modo literal. Puede que Nietzsche se refiriera a que nada se olvida, y por lo tanto, todo vuelve. Un hecho amargo volverá amargo. Por lo tanto más nos valdría construir instantes cuyo recuerdo dulcifique este futuro retorno que es la memoria. Lo grave es que es difícil, por no decir imposible, que todas las historias sean placenteras, sin carga alguna. Con esto, adquiere sentido la siguiente cita de Kundera:
"Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será.
Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes.
Entonces, ¿qué hemos de elegir? ¿El peso o la levedad?"
"Parménides respondió: la levedad es positiva, el peso es negativo.
¿Tenía razón o no? Es una incógnita".
A partir del tercer capítulo, el autor nos adentra en la relación de una pareja, en la vida de dos seres cuyo destino de complace en no dejarles libres de cargas. Son dos seres condenados a sobrellevar el peso de una compañía que no les da sino dificultades, pero se aferran a ella como el sediento al manantial. De ello se extrae que sin problemas, sin contrariedades, sin renuncias, la vida carece de sentido. La levedad, un destino de absoluta placidez, lejos de la realidad a veces cruel, no lleva sino al vacío. El ser necesita cargas, hacer sacrificios para saber que es capaz de soportarlas, para sentirse útil, para saber que está vivo y que tiene que pasar a la acción. Lo bueno de todo ello es que el pasado no se olvida, pero al recordarlo, cuando es la hora del retorno, su repercusión cambia. La perspectiva temporal, el distanciamiento, nos devuelve las realidades pasadas más dulces, atenuadas por la pátina de Cronos. Luego llegará el momento de repasar lo hecho y constatar que ha valido la pena:
"Para ti tu trabajo lo era todo, mientras que yo puedo hacer cualquier cosa y me da exactamente lo mismo. Yo no perdí nada. Tu lo perdiste todo.
-Teresa -dijo Tomás-,  ¿no te das cuenta de que aquí soy feliz? 

jueves, 22 de diciembre de 2011

Ab homine homini cotidianum periculum

Dijo Séneca: El hombre es para el hombre un peligro cotidiano.
No podemos evitar las agresiones que sufrimos si provienen de la propia naturaleza humana. Por lo tanto, en nuestra permanente lucha contra este ingrato e inevitable enemigo, es de sentido común abastecernos de armas para minimizar su poder destructivo.
Una de mis listas de imperativos para evitar las perniciosas influencias (propias y ajenas) que nos causan infelicidad es la siguiente:
1. Sé amable.
2. Ahorra.
3. Piensa antes de actuar.
4. Practica siempre que puedas el arte de conversar.
5. Muévete.
6. Sonríe, aunque no te apetezca.
7. Si te apetece, llora.
8. Cuida tu higiene personal.
9. Aléjate de la gente tóxica.
10. No te vayas a dormir sin haber aprendido algo.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Oculus

Collage (by E.J.B.)
Ojos tristes.
Ojos verdes.
Rojos, vivos,
penetrantes,
tan perdidos
como la luz
en un cristal.
Amarillos
grises, raros,
asustados
como todos
ante el mundo
que los mira.
Los colores
de las almas
recónditas.
Trazos de ser
en un tapiz
de incógnitas.
Todos bellos,
fijos en ti,
escrutando
tus secretos,
los que nunca
emanaran
de tus labios.
Ojos fieles,
libertinos,
milagrosos,
encegados.
¿Dónde estarán
los que buscas
y no encuentras?

E. J. Bernhart

sábado, 17 de diciembre de 2011

La montaña mágica, de Thomas Mann

Leer esta novela supone un esfuerzo intelectual considerable. Tiene todos los ingredientes de una obra difícil, densa, pero Mann es un maestro que te facilita el trabajo. Los nombres de los protagonistas te quedan grabados para siempre, porque los repite constantemente, a menudo sin necesidad, pero no molesta porque su fonética es deliciosa. Son nombres carismáticos para unos personajes encantadores: Hans Castorp (la bondad que sabe escuchar), Clawdia Chauchat (el silencio seductor), Settembrini (la sabiduría lúcida). Retrata con tanta maestría ambiente y situaciones, que te adentras sin remedio en un mundo donde las palabras fluyen con toda su grandeza en una narración muy bien estructurada, unas descripciones eficaces y unos diálogos magistrales. Te sientes espectador privilegiado de una historia que, aunque ajena en el tiempo y en el espacio, se convierte en una propiedad exclusiva, porque en ella reconoces tus miedos, tu ignorancia, tu sentido del humor ante la adversidad, tus deseos, tus opiniones y tus contradicciones. Toda una lección de buena literatura.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Washington Square, de Henry James

Hace unos meses compré una preciosa reedición de esta obra (Alba clásica). Suelo terminar los libros que empiezo, aunque me cueste en algunos casos, porque no hay libros tan malos como para que no se pueda aprovechar algo, aunque sea poco nutritivo. Tengo que reconocer que la adaptación al cine de William Wyler (La heredera), con una insuperable Olivia de Havilland, me conmovió muchísimo más que el original de James. En ésta, el ritmo es excesivamente lento y el retrato de situaciones y personajes se ofrece con un estilo sin grandes pretensiones, donde las opiniones del narrador se exponen en primera persona del plural, en un tono de complicidad innecesario.  Si añadimos a ello el uso de un léxico básico y una sintaxis muy sencilla, resulta un conjunto un tanto infantil, como si pensara en un lector corto de miras. Yendo más lejos, como si su objetivo fuera una lectora femenina sin ganas ni capacidad para ampliar sus conexiones neuronales.
Una muestra:
"En la época que nos incumbe tenía alrededor de cincuenta años y se hallaba en la cumbre de su popularidad. Era muy ingenioso y en la mejor sociedad de Nueva York se lo tenía por hombre de mundo, pues de cierto lo era cumplidamente. Me apresuro a añadir, en anticipación de posibles equívocos, que no era ni por asomo un charlatán.
El genial director de cine convirtió en magnífica una obra que considero prescindible.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Ken Follett

He leído todas las novelas de este autor, entusiasmada con Los pilares de la tierra y Un mundo sin fin. Puedo constatar que son sus mejores novelas. Dediqué todo un verano a la lectura de este autor: El valle de los leones, Doble juego, Las alas del águila, Noche sobre las aguas (interesante), Un lugar llamado libertad, El escándalo Modigliani, En el blanco  y La isla de las tormentas (llevada al cine como El ojo de la aguja), que resultaron entretenidas pero poco ambiciosas. Su última obra, La caída de los gigantes, no supera en calidad ni en interés a las dos primeras, según mi modesta opinión.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Amores prohibidos

Foto: E.J.B.
He soñado que te quería. Estabas -pero- tan lejos, que en lo alto de mis esperanzas ningún amanecer se me ofrecía propicio. Lo eras todo y eras nada en un contraluz demasiado bello para ser descrito con dignidad. Amarte y odiarte, como a ese cigarrillo que se consume entre mis labios, era mi único refugio.  Te desvaneciste tras el rojo telón de un escenario, actor avergonzado y humillado ante el silencio de miles de butacas aterciopeladas llenas de nadie. Estábamos solos, perdidos e inválidos ante la imposibilidad del beso. Sin mañana ni pasado, un alud de oscuridad hizo añicos nuestra historia, la que pudimos haber dejado escrita en alguna ciudad oculta entre la niebla y el frío.

Elisabet J. Bernhart

viernes, 9 de diciembre de 2011

Cómo mejorar mi francés

En verano del 2010 superé con nota el examen de tercer curso de francés (por libre) de la Escuela Oficial de Idiomas. Supuso una buena motivación para seguir mejorando y mi autoestima sufrió un subidón muy bienvenido. El problema es que no tengo a nadie con quien conversar y no me apetece pagar a nadie para poner a prueba mi fluidez, que deja mucho que desear. A veces hablo sola, o leo el diccionario y la transcripción fonética de las palabras nuevas, y cada noche me hago el propósito de escuchar emisoras francesas. El problema es que mi favorita es Radio Classique, donde se habla poco, y acaba siendo la que me acompaña hasta que decido cerrar mi máquina para meterme en la cama a leer. Tengo tantas ganas de practicar, que aprovecho las clases para soltar alguna estrofa de Baudelaire o Éluard en medio de alguna tediosa lección de sintaxis, con lo cual sorprendo a los que no me atienden. Es mejor que contar un chiste, ya que no tengo habilidad para ello.
Sé que lo mejor sería pasar una temporada con los galos, pero tengo deberes familiares (casa, marido, hijos, madre adorable y todo eso) que me lo impiden. Es una lástima... ¿O no?
La verdad es que no tengo ninguna prisa ni necesidad, dos ausencias que justifican mi indisciplina en este campo.